Había
sencillez en sus pupilas,
casi
tanto como cuando desde dentro,
todo
se acalla al goteo,
cuando
nos intenta hablar la lluvia.
¿Qué
dice?, quizás que la soledad tirita,
esperando
ese verano imperfecto
en
el que olvide tu cuerpo,
y
vuelva a sus brazos limpiándome las lagrimas.
Desde
aquí se ve el cielo, cerrándose avergonzado cada tarde,
¿Qué
será lo que vió en nuestra ventana?
Después
la Luna se viste con su traje de gala,
embaucando
al gato que se tambalea por la calle.
Él
no siente el amor que en mí arde,
o
que ardió. Debería gritarla con ganas
como
si ella quisiera escuchar sus palabras,
pero
no hay sonrisa para el felino cobarde.
La
noción que aquí tenemos del tiempo,
no
será la misma para el que sueña tras las rejas,
pues
aunque el necio cierre las orejas
las
palabras hieren y no se purifican con fuego lento.
Qué
sabemos nosotros de libertad sin alzar el vuelo,
porque
nos comparamos con esas frases envueltas,
en
una realidad que nunca será la nuestra,
pues
las palabras, por desgracia, se las lleva el hielo.
Aun
así aquí sigo,
observando
todo con cierta calma,
con
la que debía haber sido mi dama,
pero
de la que ya solo queda un leve silbido.
Así
que dinos, duda, cuál es el camino,
déjame
que busque mas allá de su alma
que
encuentre la llave que abre la caja,
y
nuestra propia Pandora, será lo que nos haga estar vivos.
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